Día 7: 40 siglos nos contemplan

Segundo y último día en Cairo, según el dueño del hotel se puede llegar a las pirámides en transporte público, pues al lío: primero el metro y luego en medio de una avenida hacer el alto a cualquier minibus que pase, y..... CONSEGUIDO!!!

Antes de entrar hay un ejercito de mangantes que te indican en dirección contraria a la entrada para que termines en su tienda de papiros o entrando en caballo o camello, pero he aprendido un truco, me pongo los cascos del móvil y como si no me enterara de nada, si lo llego a saber el primer día, de las que me hubiera librado. Incluso dentro, cuando ya te han cortado la entrada a un montón de tipo que te la vuelven a pedir, te dicen que es falsa y te venden una nueva, en esa si que no caí.

Para librarme de todo el acoso continuo le pregunté a una pareja de amigos de Texas (Sarah y Aaron) que si podía hacer la visita con ellos, que estando solo era un blanco muy fácil, una de las mejores decisiones que he tomado, unos chicos estupendos, incluso me llevaron en su taxi de un lado a otro, en una palabra, geniales.

Por la tarde vista al barrio Cristiano y al hotel a compartir cena con uno de los vigilantes, sabía muy poquito inglés, pero se hacía entender.

Este parcking está más solicitado que el del Corte Inglés el 24  Diciembre

Foto típica, aunque con la forma que pilló el gorro,
parezco el chavo del 8

Aquí con Aaron, uno de mis compañeros en la visita

Y aquí con Sarah, mi otra compañera esa mañana

Resumen: Una semana en Egipto me ha enseñado que soy un ingenuo y confío demasiado en la gente incluso la primera vez que los encuentro, eso aquí lo he puesto a prueba cada día. Aquí encuentras a gente maravillosa y mucho interesao, como en todas partes, se puede decir, pero en lo relativo al turismo aquí, si vuelvo, será con un viaje organizado al estilo japones, para que me lleven, me traigan y me enseñen.