lunes, 26 de noviembre de 2012

Día 45: Día de playa

La ciudad de Sydney es una ciudad para vivirla pero tiene poco para visitar, así que preguntando en el hostal me dijeron que un buena opción era visitar las playas del norte de la ciudad, en Manly, que eran mejores que las del sur y un poco más para ir en familia.

Otra vez andando y andando llegué al puerto a coger un ferry hacia en norte, y ya en el ferry te das cuenta que no va a ser lo mismo, todo lleno gente normal, con barriguita y celulitis, en busca de un poco de sol, arena y mar. Menos mal que Manly tiene playa en el océano y otras calas pequeñas en el lado de la bahía, porque cuando llegué no hacía viento, aquello era un vendaval, perfecto para hacer un poco de surf.

Una cosa curiosa, era día de semana y las vacaciones de verano no han comenzado todavía así que me llamó la atención un grupo grande de niños aprendiendo surf en la playa, según me dijeron era la clase de educación física. Cuando yo iba a la escuela tenía bádminton y volleyball... no tiene color, aquí se vive mejor :-)
Artesanía local en el puerto de Sydney, un mantero con estilo.
Acceso a la playa en la parte del océano,
el viento me tiraba de espaldas
Otra foto para que veáis que es verdad lo que digo
El remanso de paz de la playa de la bahía,
mucho mejor esta sin tanto musculito
Allí pasé todo el día intentando no quemarme mucho, pero con la sensación todo el día de estar perdiendo el tiempo, no me adapto a estar de vacaciones tirado en la arena sin hacer nada.

Por la tarde vuelta al hostal a preparar el siguiente destino. En principio iba a pasar toda la semana en Sydney pero es que ya no sabía que hacer, así que reservé vuelo y hotel en Hamilton island, el único sitio con acceso a la barrera de coral que no estaba por la nubes de precio.

Lo típico es ir a Cairns, pero resulta que justo al día siguiente había un eclipse solar total que pasaba por la ciudad y con el rollo ese del fin del calendario Maya, los australianos habían montado un macro-festival de música, por si acaso era el último y los precios de los vuelos y hoteles habían subido como la espuma. Una vez reservado todo, tiempo para hacer la colada.      

Por la noche me fui a china town con mi compañero de habitación, el primer belga que me encuentro en el viaje. Comida china y buena conversación sobre lo aburrido y raro que es vivir allí, ¡hasta los belgas se dan cuenta!

2 comentarios:

  1. Alberto que tal, ya veo que estas muy bien por esas playas tan bonitas , pero como el rincon del portús ninguna, bueno un besazo y cuidate.
    De tus tios los garrotes.

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  2. Igualito Belgica que Australia!! Me gustan los boomerang nene

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